una de cal, una de barro y otra de arena

UNA DE CAL

        Pueblos blancos, calles angostas, penumbras que nos refrescan, aroma de albahaca. El norte de Marruecos encierra mucha Andalucí­a en su interior. Bereberes, árabes y moriscos reflejan sus sombras sobre las paredes blancas que los cobijan. Los ancianos descansan a las puertas de sus zaguanes; el bullicio de la medina ya se atemperó y el almuecí­n aún no ha entonado la oración del crepúsculo.

UNA DE BARRO

      Las chozas de adobe y paja aí­slan del tórrido exterior, donde se enseñorea el león y corren las gacelas. Las sabanas africanas se nos muestran infinitas ante nuestros ojos, sagradas para nuestras almas. Sabemos que allí­ nacimos, millones de años atrás. Barro fuimos, y al barro regresamos. Allí­ habitan los masai, un pueblo orgulloso que no renuncia a su propia historia…

Y OTRA DE ARENA

        Entre la cal y el barro, el reino de las arenas. El gran desierto, el Sáhara, el jardí­n preferido de Alá, despojado de todo lo superfluo para que el Clemente pudiera pasear en paz. Los pueblos nómadas atraviesan esos vací­os atroces a lomos de sus camellos. En sus oasis pastorean las cabras someras. Miramos sus rostros y nos sorprendemos: tienen la extraña convicción de habitar en el paraí­so.

CÓRDOBA 2009

      La artista Florinda López nos adentra en los secretos del África al conseguir evocarnos su alma compleja y hermosa. Sus cuadros nos descubren el misterio sereno de los desiertos, el lienzo primigenio de las sabanas, lo abigarrado de los zocos, la espiritualidad callada de la soledad, el canto armonioso del almuecí­n. Para ello escoge el lenguaje más difí­cil y elocuente, el del retrato. La cara es el espejo del alma y el reflejo del paisaje. La pintora lo sabe y nos susurra su secreto: cada tierra moldea las facciones y el carácter de sus habitantes. Por eso los retrata con el genio expresivo, la sabia psicologí­a y la primorosa maestrí­a de una artista de gran talento. El África primitiva se nos transmuta en fresca vanguardia. Paseamos entre sus cuadros y sentimos que su inteligente provocación a nadie dejará indiferente.

      La pintora recorrió esos paisajes aprehendiendo su esencia, percibiendo lo hondo de su Ser. En el reino de la sed, bajo el calor absoluto, descubrió la fresca hospitalidad de sus nómadas; en la república de la pobreza negra, disfrutó de la sonrisa más franca; en las sobrias medinas del Rift, advirtió la cotidiana religiosidad de sus gentes buenas y humildes. África está más cerca de nuestras casas y de nuestros corazones de lo que nuestra rutina cultural nos permite creer. Andalucí­a es occidente con unas gotas de oriente. Por eso, quizás, la comprendamos mejor.

 

Manuel Pimentel Siles

 

 

 

 

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